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04.06.2014


Salud general

Diabetes en la infancia.

Se trata de una de las enfermedades crónicas más frecuentes en la infancia. Afecta a una glándula constituyente del sistema endócrino -el generador de hormonas- que es el páncreas: productor de insulina. Hasta el momento es incurable y se caracteriza por la falta total o casi total de la producción de la hormona insulina -diabetes tipo I o insulino dependiente-. Esta hormona posee diversas e importantes funciones; la principal radica en permitir la entrada a las células y la utilización de la glucosa. Ésta última es un azúcar simple producido en el organismo, a partir de los alimentos, que circula en la sangre en cantidades muy controladas y que sirve como "combustible" esencial de las células; algunas de éstas, como las neuronas, la tienen como fuente energética casi exclusiva. La falta de insulina provocará varios efectos complejos, como por ejemplo: acumulación de glucosa en la sangre -hiperglucemia-, imposibilidad de las células de emplearla como nutriente, utilización de otros elementos como nutrientes sustitutos -proteínas o lípidos-. Los efectos nombrados explican los síntomas de la enfermedad que serán analizados más adelante.

Por lo general, la insulina es producida en el páncreas mediante unas células especializadas llamadas células beta. La ausencia de estas células determina la falta de insulina y la aparición de los síntomas; cabe aclarar que las células beta se destruyen progresivamente por motivos que, hasta el momento, no se conocen con exactitud. La diabetes recién se manifiesta cuando se pierde al menos el 80% de esas células. Como en otras enfermedades se plantean diferentes teorías: afectación de las células por un virus y fenómenos de autoinmunidad -el organismo deja de reconocer las células como propias y el sistema de defensas las ataca y destruye-.

Síntomas

La forma de inicio más frecuente en los niños es la aguda. Luego de un período "latente" en el cual se completa la destrucción de más del 80% de las células beta del páncreas comienza la aparición de los síntomas. En un plazo variable entre días y dos o tres semanas aparecen las manifestaciones de la enfermedad. Cuanto más pequeño es el niño, menos claros serán los síntomas y, por ende, el diagnóstico será de mayor dificultad. En relación a la aparición, puede comenzar a cualquier edad pero es raro que suceda antes del primer año de vida; además, existen dos picos de frecuencia: alrededor de los cinco años y en la pre-pubertad.

Los síntomas más habituales son:

  • Adelgazamiento marcado: las células "pasan hambre", ya que no les llega su principal nutriente. Al mismo tiempo, el organismo recurre a otros constituyentes para transformarlos en alimento -proteínas de los músculos y grasa de los depósitos en que se encuentra. Por lo general, el niño tiene apetito permanentemente e ingiere alimentos en forma casi compulsiva -hiperfagia- aunque la pérdida de peso continúa.
  • La falta de utilización de la glucosa hace que su concentración en sangre aumente -normalmente está entre 70 y 110 miligramos por cada 100 mililitros de sangre- llegando a valores de 500, 700 o más miligramos. El exceso de glucosa se elimina por la orina y esto obliga a usar grandes cantidades de agua corporal para llevarlo a cabo porque la glucosa "arrastra" agua. Como resultado, aparecen otros síntomas cardinales: aumento notorio en la emisión de orina -poliuria- que obliga al niño a levantarse de noche. Puede presentarse incontinencia urinaria nocturna, diurna o ambas.
  • Las acrecentadas pérdidas de agua por la orina llevan a que el niño tenga sed en forma constante. De esta forma, el pequeño bebe enormes cantidades de agua, incluso por las noches, e interrumpiendo el sueño -es decir, polidipsia-.

    A esta serie de síntomas se agrega un decaimiento marcado y cansancio fácil debido a la desnutrición celular. Si estos signos de alarma no son atendidos cuanto antes y no se inicia el tratamiento se podría llegar a la etapa de descompensación -cetoacidosis diabética, que es una manera de inicio muy común en la infancia- en la cual se acentúa el cuadro y el niño podría presentar deshidratación con compromiso de conciencia y otros síntomas de gravedad.

    Es muy sencillo realizarlo cuando los síntomas son claros; con una determinación de glucosa en sangre ya es suficiente. Para esto se dispone de un método simple y rápido: obtener una gota de sangre capilar -pinchando un dedo- y medir la glucosa con un pequeño aparato llamado glucometer o similar. En el caso de querer una valoración más fina será necesaria una batería de exámenes y, de esta manera, contemplar la posible repercusión de la enfermedad en todo el organismo. El pediatra tratante referirá al niño a un endocrinólogo pediatra o, en su defecto, a un diabetólogo con experiencia en niños.

    El punto esencial radica en que el niño y su familia comprendan y acepten que el tratamiento de la diabetes es para toda la vida. El pequeño podrá llevar una vida normal si el tratamiento se implementa correctamente.

    Los pilares fundamentales para un buen control de la enfermedad son:

  • Educación: el niño, su familia y demás integrantes del entorno -maestros, cuidadoras y amigos- deben saber sobre la enfermedad y cómo se trata, cuáles son sus complicaciones y cómo manejarlas, cuáles son las necesidades afectivas y psicosociales, entre otros. Es un punto esencial y debe hacerse todo lo posible para fortalecerlo.
  • Alimentación: la dieta es uno de los objetivos más difíciles de lograr. Hay que asegurar un balanceado aporte de nutrientes y, al mismo tiempo, que sea suficiente para un adecuado crecimiento y desarrollo. Debe ser agradable, variada y, en lo posible, bien presentada. La educación también es elemental en este aspecto porque a través de ésta se podrá lograr que un niño acepte y lleve a la práctica la no ingesta de: snacks, papitas, alfajores, helados, etc. Lo principal es saber que puede y debe incluir azúcares pero en cantidad y calidad controladas.
  • Actividad física: tema vital para el desarrollo de la salud de todos los niños. Se ajustará la alimentación en lo referente a calidad y horarios para acoplarla con la actividad. Se recomienda la práctica de deportes como para cualquier niño pero el personal que supervise estas actividades deberá estar alerta a la aparición de complicaciones y saber cómo resolverlas.
  • Insulina: esta hormona deberá administrarse de por vida. A medida que el niño crezca se le entrenará para que se autoadministre. Los tipos y cantidades de insulina y los horarios serán indicados por el médico. En ocasiones especiales, la familia o el propio chico deberán administrar dosis extras si los controles de glicemia lo ameritan. Todos deben entrenarse en el uso de los glucometers y de las jeringas de insulina.
  • El objetivo final del tratamiento es mantener los niveles de glicemia lo más próximo posible a la normalidad. Será necesario evitar los ascensos importantes y, sobre todo, los descensos -hipoglicemia-. El adecuado control de la glicemia evita, a largo plazo, la aparición de complicaciones como neuropatía y retinopatía.

    Complicaciones

    Una muy frecuente y de mayor gravedad es la hipoglicemia porque es aguda y pone en riesgo la vida en plazos muy breves. Esto sucede cuando el descenso de la glucosa en sangre llega hasta niveles por debajo de 70 miligramos por cada 100 mililitros de sangre. Puede ocurrir como resultado de varios motivos que aparecen solos o combinados: saltearse una comida o colación, error en la dosis de insulina -exceso-, abuso de actividad física y enfermedades intercurrentes -sobre todo infecciones con fiebre-.

    Al principio los síntomas pueden ser muy vagos y van desde cambios en el carácter, confusión o excitación hasta llegar al decaimiento. A medida que la glicemia sigue bajando aparece palidez, sudoración y mayor compromiso de conciencia; incluso cabe la posibilidad de alcanzar las convulsiones y el coma cuando se registran niveles muy bajos. Por todas estas razones es primordial que quienes rodean al niño le administren azúcar en los momentos en los que cualquier cambio en el comportamiento o actitud hagan sospechar una hipoglicemia. Se le puede dar azúcar tanto en bebidas cola, terrones, disuelta en agua o en jugos. Si el estado de conciencia no lo permite entonces nunca hay que intentar dárselo por la boca; se debe llamar a un servicio de emergencia o trasladarlo en forma urgente a un centro asistencial. Existe una hormona que aumenta la glicemia y se administra igual que la insulina. Todos los niños con diabetes deberían tenerla en su botiquín, además de llevarla siempre encima en paseos, campamentos y vacaciones. Esa hormona se llama glucagón, viene en jeringas pre-llenadas y está indicada en situaciones de emergencia. Los ascensos de la glicemia -hiperglicemia- son frecuentes y es importante prevenirlos y tratarlos; se instalan en horas y dan tiempo a tomar medidas adecuadas. Suelen aparecer cuando ocurren errores en la administración de insulina -dosis menor de la necesaria- y en la dieta -excesos o ingesta de alimentos no permitidos-.

    SUAT recalca que ante cualquier duda en el manejo del niño diabético no dudes en consultar con tu pediatra o al servicio de emergencia. Si tu hijo no es diabético pero presenta algún síntoma de los ya mencionados, te recomendamos que también recurras a una consulta.

    Dr. Rafael Decuadro

    Pediatra SUAT

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