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09.11.2010


Salud general

Faringitis

Se denomina faringitis o angina a la inflamación -casi siempre provocada por una infección- de los tejidos que recubren la faringe. Ésta última es un conducto, tipo "tubo", constituido por músculos que se extiende entre la parte posterior de la nariz y el esófago. Es un sitio de pasaje de aire, alimentos y secreciones y, además, ocupa un lugar relevante como primera línea de defensa ante las infecciones. En efecto, todo este "tubo" está revestido por un tejido especializado en la defensa ante microbios que pueden entrar por la boca y nariz. El tejido, denominado linfoide, tiene zonas en las que es prominente y visible -como son las amígdalas-. En la parte posterior de las fosas nasales se encuentra otro cúmulo de tejido linfoide que se conoce como adenoides; puede suceder que cuando aumentan mucho de volumen provocan problemas de salud -las llamadas "vegetaciones"-. En su mayoría, las infecciones suelen comprometer a las amígdalas y faringe; a estas enfermedades también se las conocen por faringoamigdalitis. Si se tiene en cuenta que la faringe es un órgano expuesto a múltiples agresiones -aire frío, humo, microbios que entran por vía aérea- se puede comprender el porqué de la frecuencia de los procesos inflamatorios a este nivel. Las faringitis o anginas son uno de los motivos de consulta más frecuentes en niños.

En los más pequeños prácticamente la totalidad de los casos es de causa infecciosa. Entre el 80 y 90% son cuadros provocados por virus; se trata de los mismos que generan las infecciones respiratorias invernales -Coronavirus, Adenovirus, Influenza (virus de la gripe), Rhinovirus, etc.-. Cuanto más chico es el niño entonces es más probable que la infección responda a uno de estos virus. La bacteria que comúnmente provoca anginas es el Estreptococo; su presentación característica son las llamadas "llagas" -en sentido estricto, una faringoamigdalitis o angina pultácea-.

Síntomas y complicaciones

El síntoma más frecuente es dolor de garganta que aumenta al deglutir -odinofagia-. Esta molestia varía y puede ir desde una sensación de aspereza o ardor hasta un dolor franco e intenso. Los niños pequeños, en etapa preverbal, manifiestan los siguientes síntomas: rechazo al alimento, babeo, llanto y malestar no específico. Casi siempre la infección no queda confinada a la garganta y se puede encontrar resfrío, conjuntivitis y tos; son las llamadas rinofaringitis o Infección Respiratoria Aguda alta (IRA). La presencia de estos otros síntomas, prácticamente, certifica que la angina es viral. Al examinar al chico se puede ver que la garganta está roja y con amígdalas inflamadas y prominentes. A nivel general, es probable que se registre fiebre de grado variable y, si el niño lo puede expresar, dolores generalizados de músculos y articulaciones.

En niños más grandes afectados por el estreptococo se ven las "llagas" junto a una garganta inflamada, muy dolorosa y con las amígdalas cubiertas por exudado o placas de color amarillento grisáceo. Es importante aclarar que no son los puntos blancos o las pequeñas manchas blanquecinas que ven los padres y abuelos; en su mayoría, éstas corresponden al depósito de secreciones en las llamadas criptas amigdalinas -los repliegues normales de esos órganos-. Además, la fiebre llega a ser elevada. En ambos tipos de anginas pueden inflamarse los ganglios del cuello, los cuales conforman una línea defensiva ante las infecciones. Cuando esto sucede, la inflamación es mucho más marcada y dolorosa en los casos de las anginas bacterianas.

En relación a las complicaciones, por fortuna son poco frecuentes. En los procesos virales se llega a dar una evolución descendente y los pulmones pueden verse afectados -bronquiolitis y neumonías, por ejemplo-. Los síntomas son francamente distintos y el niño tiene mal aspecto a la vez que la situación excede lo que, en principio, era un proceso banal.

En las anginas estreptocócicas se aprecia como forma evolutiva una escarlatina -erupción característica- y hasta alcanzan a afectarse ciertos órganos vecinos, tal es el caso del oído o senos faciales. En la actualidad, casi no se ven estas dos complicaciones tan frecuentes y temidas: fiebre reumática -afectación a distancia de articulaciones y corazón- y glomerulonefritis -inflamación del riñón-.

El diagnóstico se sospecha por la clínica y en casos inciertos puede confirmarse por el laboratorio. Si se plantean dudas diagnósticas se puede recurrir a un test rápido para detectar estreptococo -TestPack-; son altamente confiables cuando dan positivo -especificidad alta-. Cuando el resultado es negativo, la confiabilidad desciende al 85-90% -sensibilidad algo baja-. Lo mejor es un exudado y cultivo pero no siempre se hace debido a cuestiones de tiempo; si bien demora alrededor de 48 horas, igual se constituye como el estudio más seguro y confiable.

En cuanto al tratamiento, debe ser indicado y supervisado por el pediatra de cabecera o, en su defecto, por su servicio de emergencia. Como la gran mayoría de estas infecciones son de causa viral lo único indicado es un tratamiento sintomático; es decir, aliviar las molestias y dejar al niño en reposo hasta que no haga fiebre. Se utiliza un antitérmico a dosis e intervalos adecuados. Los niños se niegan a comer en forma apropiada así que hay que estimularlos a consumir líquidos en abundancia e implementar una dieta blanda. Por otra parte, deberá permanecer en el domicilio hasta que, por lo menos, haya pasado 24 horas sin registrar fiebre. Esta precaución permite una mejor recuperación y disminuye las oportunidades de contagio.

Los casos en que esté indicado tratamiento con antibióticos serán por orden directa del pediatra; nunca automedicar. Otro dato sumamente importante es que la duración o el nivel de fiebre no son elementos referentes a favor de la indicación de antibióticos. Una vez que es recetado hay que cumplirse estrictamente con los plazos estipulados para poder disminuir las probabilidades de recaída.

SUAT da a conocer los datos más destacables de esta enfermedad pero debes tener presente que si en la evolución aparecen otros síntomas -como erupciones, hinchazón de pies y manos, dolores articulares y cambios en color de la orina- hay que consultar con el médico. Aunque no es muy frecuente, las eventuales complicaciones requieren tratamiento específico.

Dr. Rafael Decuadro

Pediatra SUAT

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