Las enfermedades mentales causan más años de vida con discapacidad que cualquier otra condición de salud y casi tantos años de vida ajustados por discapacidad como la enfermedad cardiovascular. Dentro de las alteraciones mentales se reconoce a las neurodegenerativas, siendo la enfermedad de Alzheimer (EA) la más prevalente.
Las personas que viven con trastornos mentales son más proclives a desarrollar problemas de salud física y tienen menos probabilidades de recibir atención médica de calidad así como de adherir al tratamiento; esto conlleva resultados de salud física más deficientes, incluida una mayor mortalidad prematura. Y no se trata únicamente de un problema de salud porque a menudo estas personas son excluidas de las intervenciones que buscan promover el desarrollo. A modo de ejemplo, se ha demostrado una relación cíclica entre la mala salud mental y las desigualdades en el logro educativo, los ingresos, la nutrición, la vivienda y el apoyo social.
El costo económico es abrumador: cada año se pierden más de 12 mil millones de días hábiles debido a enfermedades mentales. Se estima que entre los años 2011 y 2030 le costará a la economía global unos 16 billones de dólares en materia de pérdida de rendimiento económico -es decir, más que el cáncer, la diabetes y las enfermedades respiratorias combinadas-. Asimismo, se ha comprobado que existen soluciones rentables para la prestación de atención de salud mental e incluso en entornos de bajos recursos.
En esta oportunidad, se hará foco en la enfermedad mental neurodegenerativa más prevalente: la EA. Actualmente, con los estudios complementarios y la aprobación de nuevos criterios diagnósticos se pueden identificar en forma temprana a los pacientes que presentan alta probabilidad de desarrollar esa enfermedad. Esta combinación clínica y paraclínica posibilita que tanto la persona afectada como su familia puedan planificar el futuro, beneficiarse de tratamientos disponibles, controlar los factores de riesgo y favorecer los de protección, y también ayudar a identificar fuentes de información y soporte.
Factores de riesgo y de protección
La edad es el principal factor de riesgo: a nivel global se ha dado un aumento de la longevidad, etapa de la vida en la cual la EA aumenta su frecuencia. Concomitantemente, la disminución de la natalidad unida a la caída en las tasas de mortalidad hace que la proporción de individuos añosos en la población haya tenido un significativo incremento y esto persistirá al menos en las próximas décadas. Además, la relación entre adultos mayores y menores de 15 años se ve incrementada, lo que denota consecuencias socioeconómicas y sanitarias. Esta realidad incluye tanto a países desarrollados como en vías de desarrollo, y las proyecciones sugieren que la región que envejecerá más en las próximas décadas será Latinoamérica.
El Alzheimer es una enfermedad crónica no transmisible relacionada con la edad que junto con la demencia vascular tienen un incremento exponencial con la edad a partir de los 65 años. La carga económica que generan las demencias es muy alta y va en aumento.
En cuanto a los factores de riesgo, son los siguientes:
- Edad: como se planteaba anteriormente, la edad avanzada es el principal factor de riesgo. La EA se duplica cada cinco años entre las personas de 65 a 85 años de edad.
- Historia familiar de demencia: la mayoría de los casos es esporádico, ya que sólo del 2 al 3 % tiene carga genética conocida -principalmente si se detecta antes de los 60 años-.
- Historia familiar de síndrome de Down: diferentes estudios asocian riesgo de EA en pacientes con antecedentes familiares de este síndrome.
- Bajo nivel educacional: este factor asociado al desarrollo de Alzheimer ha sido uno de los más estudiados, demostrándose en muchas oportunidades una mayor prevalencia de demencia en individuos con baja educación formal.
- Sedentarismo físico: afecta la salud del cerebro, potenciando factores vasculares que comprometen su estructura y su función.
- Depresión: puede ser responsable de un déficit de factores neurotróficos protectores del cerebro, principalmente si aparecen más de 10 años antes de la instalación de síntomas de EA.
- Factores vasculares: tienen una significativa importancia en el desarrollo de la demencia y los más relevantes son la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, el estrés, el sedentarismo, el accidente vascular, y la fibrilación auricular, entre otros.
Por otra parte, cabe destacar que la prevención de una enfermedad crónica no transmisible y relacionada con la edad -que afecta la estructura y función del cerebro- depende fundamentalmente de dos elementos: la modificación de los factores de riesgo pasibles de ser cambiados y el incremento de la reserva cognitiva. En tal sentido, los factores de riesgo vascular son los que constituyen el principal grupo para, mediante intervenciones sociosanitarias y farmacológicas, poder moderar su efecto sobre la neurodegeneración y la enfermedad cerebro vascular. Y la reserva cognitiva puede incrementarse a través de estimulación con la actividad mental, la interacción social y la actividad física regular.
Por ende, ante todo lo expuesto se puede afirmar que los factores de riesgo y protección juegan un rol muy importante en la génesis y modificación de los procesos neurodegenerativos. Además, los factores vasculares son en su gran mayoría modificables, ya sea con tratamiento farmacológico como no farmacológico.
Como resultado, la prevención de su aparición, su detección precoz y el tratamiento oportuno siguen siendo las herramientas de mayor peso para prevenir la EA. Asimismo, adquirir hábitos saludables es un objetivo primordial y esto implica: dieta balanceada, evitar fumar, realizar actividad física, y controlar las cifras de presión, glicemia y colesterol.
Dr. Oscar López
Médico de SUAT
En SUAT contamos con una amplia variedad de especialistas que podrán asesorarte considerando tus necesidades personales. Más información ingresando aquí.