Consejos útiles
Desde el nacimiento, los niños duermen la mayor parte del tiempo -no menos de 16 o 18 horas por día-. El sueño alterna con breves períodos de vigilia durante los cuales se alimentan. La madre debe estar atenta para reconocer este ritmo y así aprovechar para descansar junto a su bebé.
Hay que tener en cuenta que siempre se debe colocar al bebé boca arriba o de costado; en el último caso, necesitará algún tipo de apoyo para evitar que el pequeño se de vuelta. Ambas modalidades son más seguras y, además, contribuyen a que el niño se relacione mejor con el entorno una vez que se despierta.
Hay que ir fijando las rutinas; es decir, emplear siempre la misma cuna, colocarle objetos seguros y blandos que reconocerá como compañía a la hora de dormir. Es muy importante no acostarlo en la cama de los padres.
Otra de las recomendaciones es intentar llevarlo a la cuna mientras aún está despierto para que pueda reconocer el lugar en el que duerme. En los casos en los que llora o se queja, lo mejor es mecer la cuna o palmearlo suavemente pero nunca levantarlo.
Distintos cuidados según la edad
Luego del segundo mes de vida está comprobado que el sueño nocturno se prolonga mientras el diurno se acorta. Por este motivo, será necesario reducir la alimentación nocturna; después de los tres o cuatro meses no precisan nutrirse en el correr de la noche.
Uno de los puntos más elementales es que el ambiente deberá ser lo más calmo posible; para eso, habrá que evitar los ruidos fuertes como son las puertas, teléfonos, timbres y gritos, entre otros. Sin embargo, el bebé tendrá que aprender a reconocer y tolerar los sonidos habituales de la casa. Otro consejo útil es diferenciarle bien el sueño diurno del nocturno; para esto hay que ayudarse con la luz natural del día y el uso de luz muy tenue por la noche -una veladora, por ejemplo-.
En general, a los tres meses ya distinguen la noche del día mientras el sueño nocturno promedia entre 10 a 12 horas y el diurno entre tres a cuatro.
Si el bebé llora mucho en la noche puede ser que:
Entre los 4 y 6 meses
Además de todas las recomendaciones anteriores, deberá pasar a dormir en otra habitación.
La cuna tendrá que cumplir ciertos requisitos, como por ejemplo: barrotes de no menos de 60 cm. de alto y separados entre sí por no más de 7,5 cm; no podrá tener puntas salientes o tornillos que sobresalgan; el colchón necesitará ser firme; la ropa de cama irá suelta así permitirá cierto movimiento y no será esencial el uso de almohada.
En el caso en que se despierte: recolocar el chupete, mecer la cuna o palmearle la cola o espalda. Nunca levantarlo, ni prender luces, alimentarlo o ponerse a jugar con él.
Antes de ir a dormir hay que establecer una rutina de horarios, alimentación y baño. La repetición, que no se vea afectada por cambios, es fundamental para el aprendizaje. La luz debe ser tenue, el ambiente tranquilo y silencioso. Y nuevamente, hay que acostarlo despierto. Si llora o protesta, tendrá que asegurarse que está bien y luego ignorarlo. A primera vista, esto podría parecer una crueldad pero en realidad es uno de los puntos más importantes de la higiene del sueño, tanto del bebé como de los padres.
Después de los seis meses
En esta etapa ya existe un ritmo de sueño totalmente establecido. Tanto el momento previo como el propio hecho de dormir deberán verse como rutinas placenteras. Para eso hay que ayudar al pequeño a conciliar el sueño empleando una canción de cuna o, cuando son más grandes, una lectura. A esta edad duermen un mínimo de ocho horas nocturnas aunque aún pueden despertarse durante la noche.; les costará más dormir en el día. Al año de edad, por lo general, duermen entre 10 y 12 horas por la noche y no más de dos o tres de día.
Cabe recordar que existen ruidos y movimientos normales en toda persona durante el sueño; por lo tanto, no hay que prender luces o levantar al niño ante estos hechos habituales. Siempre asegurarse que el pequeño esté bien mediante una rápida ojeada y, una vez que se sale de la habitación, permitir que reanude el sueño por sus propios medios.
Los conceptos anteriores se aplican a niños sanos y lleva implícita una gran variabilidad porque cada niño es un mundo. SUAT esboza las reglas más sencillas y de aplicación general. Ante cualquier duda, consultar con el pediatra porque no hay nadie más capacitado para instruir a los padres sobre este tema y otras áreas de la puericultura.
Rafael Decuadro
Pediatra de SUAT