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07.09.2017

Actualidad

Acciones que merecen ser compartidas

Dando respuesta a nuestra filosofía empresarial con la cual buscamos establecer fuertes lazos con la comunidad, promoviendo valores y provocando cambios de actitudes y comportamientos, compartimos la historia de una maestra y su alumna que sirve como ejemplo para toda la sociedad.

El artículo corresponde a El Observador y fue realizado por Magdalena Cabrera:

La niña ciega que llegó al final de la Olimpiada de Matemática gracias a la ayuda de su maestra

María Luisa Carballo sabe lo que es la luz. En algún momento la vio. Hoy sus ojos no se lo permiten: hace tres años que perdió la visión. Desde entonces para leer, jugar, correr, caminar y estudiar necesita de la ayuda de los demás. Sin embargo, esto no le impidió convertirse este año en una de las 1.500 finalistas de la Olimpiada de Matemática que se realizó en Casavalle, con participantes de varios barrios de la zona.

Todavía no sabe el resultado final y está nerviosa. "Quiero saber cómo me fue. Estoy ansiosa", dijo en diálogo con El Observador.

María Luisa nació con un glaucoma congénito, lo que afecta la vista. Desde su nacimiento sufrió de baja visión y los médicos advirtieron a sus papás que con los años, la niña podría llegar a perder totalmente la vista. Así fue: en tercero de escuela dejó de ver.

La niña vive junto a su familia en La Paz (Canelones) y está en sexto año. Concurre a la escuela de tiempo completo Nº 188 de la misma localidad. Allí conoció a Analía Lira, su maestra, la cual se ha convertido para ella en un verdadero sostén.

"Entré a la escuela con cuatro años. A Analía la conozco desde que entré a la escuela, porque era maestra de mi hermana. Yo la tuve tres años de maestra, en segundo, quinto y sexto", contó la niña.

"En segundo año María Luisa era una niña con baja visión. Ya entonces, venía una maestra itinerante de la escuela Nº 198 de Paso Molino (especializada en niños con discapacidad visual) a darnos lineamientos de cómo trabajar con ella. Pero en quinto, cuando la volví a tener de alumna, ya había perdido toda la visión", recordó la docente.

Contó que en segundo año solía ponerle sobre el banco de escuela un mantel negro, de forma que el reflejo de la luz le molestara lo menos posible. A su vez, en las hojas de trabajo cada dos renglones, le resaltaba uno con marcador negro para que le fuera más fácil visualizarlo.

Al año siguiente, María Luisa perdió la vista y cuarto año lo cursó en la escuela Nº 198 de Paso Molino. Sin embargo, las dificultades que generó a su familia el traslado diario, obligaron a la niña a retornar a la escuela del barrio.

Así fue que en quinto María Luisa y Analía volvieron a encontrarse. Esta vez la historia era distinta. "Fue todo un desafío para mí y para la escuela tratar de que ella se sintiera lo más segura posible y pudiera aprender a pesar de su condición", expresa la maestra.

Para cumplir ese propósito, y con el consejo de la maestra itinerante, Analía sentó a María Luisa al fondo de la clase, de espaldas al ventanal para evitar cualquier molestia que pudiera causarle la luz solar. Además, para estar cerca de ella, trasladó su escritorio para allí también. Así está dispuesta la clase hasta el día de hoy.

"Yo trato de que ella haga todo los más parecido posible a los compañeros. Ella discapacidad intelectual no tiene ninguna. Está al mismo nivel que los demás niños de su clase", comentó la maestra.

Un mismo código

Este año Analía se enteró, a través de la maestra itinerante, que en la ciudad de Las Piedras, el Ministerio de Desarrollo Social ofrecía un curso gratuito de braille y no lo dudó. Fue y se inscribió.

Dos días por semana, después de las ocho horas en la escuela, Analía se toma un ómnibus hasta Las Piedras con el objetivo de aprender braille. El curso va desde las 16 hasta las 18 horas. Después de ello, la espera su familia, la planificación de las clases y la corrección de los trabajos de sus alumnos.

Pero a Analía se la nota feliz. "Ahora por lo menos podemos manejar un mismo código. Al plantearle actividades en braille, ella también se siente más valorada y que es tenida en cuenta", señaló. Agregó que además le fue útil porque la ayudó a ponerse en el lugar de su alumna. "Uno al ser vidente no se da cuenta de lo difícil que puede llegar a ser", apuntó.

Caído del cielo

"Hoy... es... miércoles... 29", lee María Luisa, a medida que distingue con sus deditos el código braille sobre la hoja. Es una niña introvertida y tímida. Cada tanto, su maestra la impulsa a sentarse derecha y levantar la cabeza. Ella tiende a esconderse.

"La materia que más me gusta es la matemática", expresó. Según su maestra, tiene mucha facilidad para realizar cálculos mentales, tanto que muchas veces sus compañeros piden para sentarse al lado de ella y recibir su ayuda.

Por esta razón, la invitación para participar de la Olimpiada de Matemática de Casavalle "cayó del cielo". "Nunca habíamos participado y yo pensé que era una buena oportunidad para que ella mostrara su capacidad, creciera en autoestima y se sintiera valorada por los demás", dijo Analía.

María Luisa contó que al principio le dio miedo. "Yo no quería ir, pero la maestra me convenció. Fuimos 21 niños de la escuela y tres pasamos a la final", expresó. Como no podía ser de otra manera, a Los Pinos (donde se realiza el concurso) llevó su máquina de escribir braille. Con ella escribió los resultados de los ejercicios y luego su maestra los transcribió a tinta. Ahora que el certamen ya pasó, comenta: "Los ejercicios fueron fáciles, pero hubo uno en el que me tranqué".

Para Analía, que su alumna haya llegado a la final supuso "un orgullo muy grande". "Me siento reconfortada con que ella vaya avanzando en este camino y reconociendo sus logros", afirmó.

"Cuando uno elige la carrera de docente, la elige para eso. No la elige para volverse rico, ni para tener reconocimiento externo, sino por estas satisfacciones que te dan día a día los niños", señaló Analía. "Hoy nuestra carrera está muy desprestigiada, pero nosotros hacemos un trabajo de hormiga", subrayó.

Aunque próximamente María Luisa egresará de la escuela, el plan de su maestra es continuar estudiando braille. "Nunca se sabe a quién se puede ayudar", remató.

Pasión por la música

María Luisa sueña con ser pianista. Le encanta la música y le gusta componer con un programa que tiene en su ceibalita. Por esta razón, le gustaría tener un piano u órgano. "Mi mamá no me lo puede comprar porque es caro y somos muchos hermanos", lamentó.

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