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01.02.2021

Consejos médicos

Cambios de la inmunidad durante el envejecimiento, longevidad e inmunización

Ante la llegada a Uruguay de la vacuna contra el COVID-19, SUAT comparte información sobre los cambios de la inmunidad durante el envejecimiento. De este tema se desprende la inmunosenescencia, la longevidad y la inmunización, las cuales se desarrollarán en la actual entrega.

Se entiende por inmunosenescencia a los cambios que tienen lugar en el sistema inmunitario ante el envejecimiento -es decir, su disfunción en relación con la edad-. En este punto es importante recordar el rol que cumple el sistema inmunitario en la salud del organismo y también se debe tener en cuenta que este sistema influye en la longevidad.

Cuando se habla de longevidad, se trata de la longevidad media o esperanza de vida que representa la media de años que viven los individuos de una población, la que dependerá fundamentalmente de los factores del estilo de vida. La longevidad media proporciona una medida de lo que dura el proceso de envejecimiento de cada individuo, que se inicia entre los 20 y los 25 años, y suele ser un tanto superior en las mujeres que en los hombres acercándose a los 80 años de edad. Conseguir una buena longevidad, tanto en cantidad como en calidad, estará en función de la capacidad de cada individuo de mantener un equilibrio funcional -denominado homeostasis-. Esa capacidad se verá condicionada por la genética de cada individuo, pero los genes participan aproximadamente en un 25 %, el restante 75 se basa en el estilo de vida y los factores ambientales.

Cabe tener siempre presente que el proceso de envejecimiento es muy heterogéneo, efectuándose de manera diferente en los individuos de una especie. Es por esto que la atención en este grupo etario se debe individualizar en las recomendaciones como también en los tratamientos.

Sistema inmunitario y envejecimiento

Este sistema se encarga de reconocer lo propio y, en consecuencia, de eliminar lo que le resulta extraño; es el que defiende al organismo de las continuas infecciones y de los procesos cancerosos.

Constituido por una gran variedad de células y moléculas capaces de reconocer y eliminar un número ilimitado de diferentes agentes extraños y nocivos para el organismo. El conjunto de mecanismos que se pone en marcha para concretar esta función se conoce como respuesta inmunitaria; en ésta se genera una primera fase de reconocimiento de lo extraño -el antígeno- para, posteriormente, llevarse a cabo una activación de las células y las moléculas que permitirán la eliminación de ese antígeno o agente extraño. Por consiguiente, la activación implicará una serie de procesos perfectamente regulados.

El sistema inmunitario se divide, desde el punto de vista funcional, en innato o inespecífico, y en adquirido o específico:

  • La respuesta inespecífica se desarrolla y actúa en forma indiscriminada e inmediata frente a cualquier agente extraño que haya conseguido atravesar las barreras naturales del organismo o ante toda célula que se haya transformado en cancerosa. Esta respuesta es realizada por determinadas células: fagocitos (neutrófilos, monocitos y macrófagos, principalmente) y algunos linfocitos que forman una primera barrera de defensa ante lo extraño. Los fagocitos ingieren y destruyen los agentes infecciosos y los linfocitos se unen directamente a las células infectadas y tumorales, y las programan para su destrucción en un proceso que se conoce como apoptosis.
  • Por otro lado, la respuesta específica está a cargo de los linfocitos -células principales del sistema inmune- y existen dos tipos: los B y los T. Ambos reconocen al agente extraño utilizando unos receptores y a partir de ese suceso producen factores que permiten neutralizarlo. La producción de linfocitos, que se suscita a lo largo de la vida, permite el desarrollo de millones de receptores que son los encargados de reconocer de manera específica a los millones de antígenos con los cuales se enfrenta el organismo; además, con estos receptores se discrimina entre lo propio y lo ajeno, y deciden si lo toleran o lo destruyen. Es importante subrayar que los linfocitos tienen memoria y gracias a eso pueden recordar cuando reconocen a un antígeno, también en el caso de ser la primera vez que contactan a ese antígeno o si ya ha habido una interacción previa. A los que nunca han contactado con el antígeno se los denomina vírgenes: al momento de aparecer un antígeno, interaccionan con aquellos linfocitos que tienen el receptor específico para éste y comienza a activarse, luego algunos linfocitos activados pasan a ser células que dan respuesta para destruir al antígeno, al tiempo que otros pasan a ser linfocitos de memoria -no actúan, pero ante una nueva aparición de ese antígeno específico responderán más rápidamente y con mayor efectividad-.

Cambios inmunitarios en el envejecimiento

Este sistema, al igual que la totalidad del organismo, sufre cambios con el envejecimiento. Uno de los aspectos más conocidos es la disminución de los linfocitos T: estas células presentan subpoblaciones y no todas sufren el mismo tipo de reducción. Por ejemplo, decrecen esencialmente los linfocitos vírgenes y aumentan los linfocitos de memoria. Y lo importante en este punto es saber que los referidos cambios son independientes al estado de salud del individuo.

Respecto a los fagocitos, se pueden generar dos escenarios: no experimentar modificaciones en su número con la edad -como se ha comprobado para los monocitos- o disminuir como es el caso de los neutrófilos. En cuanto a los macrófagos, se trata de células muy heterogéneas y sus cambios son muy diversos.

Una manifestación del deterioro de la respuesta inmunitaria humoral (anticuerpos) al envejecer es la deficiente generación de anticuerpos específicos en respuesta a la vacunación en los ancianos. Se puede afirmar que al envejecer aumentan determinadas moléculas que estimulan la inflamación -denominadas citoquinas proinflamatorias- y disminuyen las antinflamatorias. El incremento de las citoquinas proinflamatorias podría explicar la mayor susceptibilidad que tienen los adultos mayores a padecer enfermedades autoinmunitarias e inflamatorias. Por otra parte, la baja de las citoquinas antinflamatorias determinaría una deficiencia en la respuesta ante los agentes infecciosos. El COVID-19 es causado por un virus que estimula la acción de las citoquinas proinflamatorias, de ahí que la adquisición de esta enfermedad en este grupo etario es de mayor gravedad.

En las próximas ediciones se continuará profundizando sobre esta temática tan importante en la actualidad debido a la pandemia por la propagación del coronavirus.

Dr. Oscar López
Médico de SUAT

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