Estos episodios se asocian a un mayor riesgo de alteraciones hidroelectrolíticas, malnutrición y síndromes geriátricos -como confusión o caídas con consecuencias (fracturas), por ejemplo- y eso incrementa el riesgo de hospitalización.

La diarrea es una disminución de la consistencia de las materias, en forma homogénea, que por lo general se vincula con un aumento en la frecuencia de la defecación -más de tres veces al día-, y los cuadros agudos se dan cuando la duración es inferior a dos semanas.

Si bien suele ser un proceso autolimitado de 24 a 48 horas, en este plazo pueden suscitarse importantes pérdidas de fluidos que el adulto mayor no es capaz de compensar y esto genera una mayor predisposición a la deshidratación. Con el envejecimiento surge una serie de cambios fisiológicos entre los que sobresalen la menor capacidad del riñón de concentrar la orina y una disminución del estímulo de la sed; por otra parte, aunque exista la sensación de sed, se pueden originar situaciones patológicas que causan alteración en la comunicación o en la movilidad que impidan el acceso a la hidratación.

La escasa reserva de volumen circulante predispone que ante pequeñas pérdidas exista hipoperfusión de órganos vitales, tales como riñón, corazón y cerebro. Por lo tanto, la diarrea puede ser causa de insuficiencia renal, cardíaca o alteración del nivel de conciencia. El pronóstico empeora con la deshidratación, pero también por ser detectadas tardíamente.

Otra de las consecuencias de las diarreas es la desnutrición. Hay muchos factores que predisponen a esto: mal estado de la dentadura, deterioro cognitivo, y escaso soporte social, entre otros. Además, en el contexto del episodio diarreico disminuye la ingesta mientras sube el gasto metabólico y la inflamación, pudiendo desarrollar malabsorción y en ciertos casos hasta pérdida de proteínas por el tubo digestivo.

¿La edad es un factor de riesgo?

Por sí misma no predispone a la diarrea, pero existen circunstancias de mayor prevalencia en el anciano que lo hace susceptible a padecerla.

La mayor barrera de defensa del aparato digestivo es la acidez gástrica y se ha comprobado que cuando ésta disminuye, incrementa la predisposición a sufrir infecciones entéricas y diarrea. Del 10 al 20 % de los adultos mayores presenta aclorhidria y entre estos es muy usual el empleo de fármacos antiácidos que inhiben la secreción de ácido clorhídrico. Otro mecanismo de defensa contra gérmenes entéricos es la flora normal del tubo digestivo, la cual puede verse alterada ante el uso de antibióticos. Y se suma otra barrera de defensa contra virus y bacterias que consiste en el sistema inmune local del tracto intestinal.

¿Por qué vivir en un residencial predispone a la diarrea?

Los pacientes institucionalizados son más susceptibles a padecer diarrea y la causa es multifactorial. La población de adultos mayores institucionalizados está compuesta por personas más frágiles con mayor frecuencia de deterioro cognitivo e incontinencia fecal, lo que favorece la diseminación de gérmenes -estos suelen ser infrecuentes en la comunidad y, por lo general, son más agresivos y resistentes-. Por consiguiente, los episodios están relacionados con una mayor morbimortalidad en comparación con los que viven en la comunidad.

Medidas preventivas y tratamiento

Es necesario mantener una adecuada hidratación que debe ser más intensa ante un cuadro diarreico. Es fundamental ofrecerles líquidos de manera reglada ante la disminución en la percepción de la sed.

Además, la dieta antidiarreica sigue siendo el pilar fundamental como tratamiento inicial. De acuerdo a las características de la diarrea y al impacto que presenta en el adulto mayor, se utilizará tratamiento etiológico adecuado y oportuno.

Dr. Oscar López
Médico de SUAT

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