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24.01.2018

Consejos médicos

Varicela zóster, Epstein Barr y citomegalovirus: ¿te resultan conocidos?

En una edición anterior se informó en cuanto a las infecciones por herpes virus y se hizo hincapié en el herpes simple (HSV). En cambio, en la actual entrega se conocerá sobre la varicela zóster virus (VZV), el Epstein Barr virus (EBV), y el citomegalovirus (CMV).

La primera infección (primoinfección) por VZV es común en niños y adolescentes, y causa varicela, mientras que las formas de reactivación originan el herpes zóster. Durante la primoinfección, el virus pasa desde las lesiones vesiculosas cutáneas hacia un ganglio sensorial en el que queda en estado latente. El reservorio es exclusivamente humano y se transmite a través del tracto respiratorio, las conjuntivas o la piel.

El contagio de la varicela se extiende desde dos días antes de aparecer la erupción hasta alcanzar la etapa de costra (cáscara); tiene un período de incubación de dos semanas y luego de una etapa de síntomas inespecíficos -como cefalea, vómitos y fiebre- se pasa al estado en el que aparece una erupción máculo papulosa (roncha roja) que se transforma, en 24 horas, en vesícula pruriginosa (picazón) con una localización centrípeta. Al inicio, las vesículas presentan un contenido seroso (claro) que luego se torna opalescente; en un plazo de cuatro a cinco días se cubren de costra (cáscara), y finalmente desaparecen en tres semanas sin dejar secuelas.

El herpes zóster -comúnmente conocido como culebrilla- surge con dolor y en cuatro o cinco días aparece la fiebre, el malestar general y después las lesiones cutáneas. Al principio son máculo pápulas y luego pápula vesículas agrupadas en uno o más dermatomas -sin pasar la línea media del cuerpo-. Habitualmente se localizan a nivel del tórax y, siguiendo en orden de frecuencia, continúan por las regiones cervical, trigeminal y lumbosacra. A las dos semanas remiten transformándose la lesión en costra. El dolor local que genera es de moderado a severo y puede persistir una vez que desaparece la erupción.

Por su parte, el EBV está ampliamente distribuido: la mayoría de la población ha tenido una infección por este virus en algún momento de su vida. Predomina en adolescentes y adultos jóvenes, y se trasmite a través de la saliva. Su ubicación es la faringe desde antes del inicio de las manifestaciones clínicas y hasta meses después de la convalecencia. La presencia de EBV determinará una infección asintomática o una mononucleosis infecciosa, y en el futuro será capaz de reactivarse y establecer una forma crónica e inespecífica de infección -a esto se le denomina Síndrome de Fatiga Crónica-. La mononucleosis infecciosa se manifiesta a través de fiebre, aumento de los ganglios, crecimiento del bazo y lesiones cutáneas; su evolución es hacia la curación en plazos de dos a cuatro semanas y las complicaciones son muy poco frecuentes -entre las que sobresalen la rotura esplénica, la meningoencefalitis y la anemia hemolítica-.

Por último, el CMV es un agente de infección presente en todos los grupos etarios y suele permanecer sin síntomas por períodos muy prolongados mientras que se transmite a otras personas de manera intermitente. Una vez que el virus ingresa al organismo, pasa a alojarse en diferentes células del organismo. En función del momento en el que se adquiere la infección, será su clasificación: congénita, perinatal o del adulto. La infección congénita se adquiere a nivel intrauterino y es posible tanto si la madre cursa una primoinfección como si es una reactivación. Las posibilidades de transmisión son mayores durante el primer trimestre de la gestación y su expresión clínica puede ser asintomática hasta incluso presentarse en formas graves -ocasionando microcefalia y retardo intelectual, entre otras manifestaciones-. En tanto, la perinatal se suscita en el momento del nacimiento o poco tiempo después; en este caso, la enfermedad se caracteriza por el aumento del tamaño del hígado, además de erupción cutánea y dificultad respiratoria. En las infecciones adquiridas del adulto suelen ser frecuentes las subclínicas: en la persona inmunocompetente se puede manifestar a través de fiebre, malestar general e incluso anemia o meningoencefalitis.

Para conocer sobre el herpes simple, ingresar a este link

Dr. Oscar López
Médico de SUAT

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